8 de agosto, 2012
Fedro Carlos Guillén
La intolerancia puede ser definida aproximadamente como la indignación de los hombres que no tienen opiniones. Chesterton.
Existe una profesión bizarra llamada “social media expert” que algunas
personas se asignan y de la cual ignoro el significado pero me suena a
mamarrachencia. Se supone que estas gentes analizan lo que ocurre en las
redes sociales y dan consejos expertos a aquellos que tienen la
compasión de solicitarlos.
Bien, no soy experto en nada y si lo fuera me parecería idiota ir por
la vida diciéndolo, pero sí me considero un modesto observador de las
cosas de la vida. Así como siempre he creído que no es necesario ser
crítico de cine para apreciar una película, considero también que se
puede opinar de cualquier tema, como el del uso de las redes sociales,
sin un doctorado en Harvard.
Utilizo tuiter desde hace un par de años y he sido testigo de las
bondades que alguna vez mi amigo Mario Campos me expresó de esta red
social. He podido opinar con libertad, conocer gente que de otra forma
jamás se hubiera cruzado en mi camino y analizar opiniones, bromas y
noticias que cotidianamente aparecen. Hasta ahí todo bien, sin embargo
en tiempos recientes y señaladamente asociado al proceso electoral, he
percibido una ola de intolerancia y encono francamente preocupante.
En estos tiempos cualquiera que emita una opinión sobre prácticamente
cualquier tema se expone a que una turba de exaltados le caiga encima.
Permítanme ilustrarlo con un ejemplo que tengo a la mano. En el momento
que escribía este artículo puse en tuiter la frase de Chesterton con la
que da inicio esta colaboración. De inmediato el tuitero @romodevivar me
contestó lo siguiente: “@fedroguillen Mexico para los fasistas
tolerancias=exclavo=callado, arrodillado, agachado, esto se termino
1910, get lost.”. Más allá de la necesaria misericordia que habría que
tener con el penoso lance ortográfico, uno advierte de inmediato que de
lo que se trata es de agredir, de insultar, de dividir. ¿A qué se
debe este fenómeno? Ignoro la respuesta pero podría apuntar algunas
hipótesis, veamos.
Un primer elemento es el anonimato; existen muchísimas cuentas en las
que uno no tiene manera de saber si se trata de un hombre, animal o cosa
y que se dedican al golpeteo desde la seguridad que brinda el denuesto
anónimo. Los seres humanos tenemos un comportamiento en solitario
diferente al de la turba, lo mismo pasa cuando se opina públicamente en
contraste con hacerlo de manera anónima. Un segundo elemento es la
ausencia total de matices, para muchos tuiteros aplica la máxima de
Bush: “o están conmigo o están en nuestra contra”. Es perfectamente
predecibl y constatable que si alguien emite una opinión política los
adversarios se irán encima sin más argumentos que su odio: “chairos”,
“pejezombies”, “panuchos”, “Peñabots” son algunos de los adjetivos que
se lanzan con una constancia digna de mejor causa.
Las redes sociales son un altavoz, cualquiera puede subir la
información que le dé la gana, no importa si es falsa, privada o
difamante, con un odio inexplicable. Yo mismo he sido espiado por
razones que no alcanzo a comprender y se ha hecho público en qué lugar y
con quién estaba, sin percatarse de que esto genera un riesgo para las
personas y atenta contra cualquier forma de privacidad posible.
Qué lejos se miran los tiempos en que se podían intercambiar ideas
opuestas sin el hígado en la boca. Tengo la creciente y dolorosa
sensación de que estamos formando generaciones de autistas que,
escudados en un teclado, se dedican a atizar a diestra y siniestra. No
detecto otro antídoto que el de formar a los nuestros dentro del valor
de la tolerancia, inhibir estas expresiones de odio sería prácticamente
imposible ya que forma parte de cierto rencor social que se ha incubado a
lo largo de muchos años.
Las redes sociales, al igual que los teléfonos, son plataformas en que
la gente se expresa y de ninguna manera pueden ser responsables de los
contenidos que cada quien decide expresar. Ojalá se entienda que este
encono no es saludable y es simplemente un retrato de la iracundia de
sus remitentes. Allá ellos y su intolerancia.
Fuente: http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=14201
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